lunes, 15 de octubre de 2007

El costo de la coherencia

En su elegato en el juicio seguido a Christian Von Wernich, los fiscales Carlos Dulau Dumm y Félix Crous solicitaron la absolución del imputado por uno de los 72 cargos por los que había llegado a juicio, el homicidio triplemente calificado de María del Carmen Morettini. Pidieron como pena la reclusión perpetua. A raíz del pedido de absolución, los fiscales fueron acusados por la querella de Justicia Ya! y el abogado Alejo Ramos Padilla de portar "el discurso del Estado represor" y fueron comparados con el dictador Jorge Rafael Videla, entre otros agravios, porque -dijeron- los fiscales están negando la desaparición de una persona.
Lo que sigue es una explicación de las causas de ese pedido de absolución.
En la audiencia del 10 de septiembre de 2007, la testigo propuesta por la querella Justicia Ya!, Nora Úngaro, disparó llegando al final de su declaración, en la que se venía refiriendo a la fallecida Madre Nelba Méndez de Falcone: "También Nelva se cruzó [en cautiverio] a una chica estudiante de Medicina, de nombre María del Carmen Macarini, cree que es el apellido. Cuando la liberan a Nelva, le dan las llaves de su casa, un anillo. A María del Carmen, el hijo se la cruzó en el 92 ó 93 en un banco" (textual del acta de juicio).
Úngaro fue a decir al juicio un dato que no figuraba en el expediente: que el hijo de Nelba Falcone, Jorge, había visto en 1993 con vida a María del Carmen Morettini (no Macarini; eso fue una confusión), víctima de la dictadura e integrante del denominado Grupo de los Siete de la Brigada de La Plata, a los que Von Wernich asesinó junto a otros represores a fines de noviembre de 1977.
El fiscal Carlos Dulau Dumm, en cumplimiento de su función, comenzó a indagar sobre el tema. Y encontró que el dato de la vista con vida sí figuraba en otro expediente, del Juicio por la Verdad, dado que Nelba Falcone lo había relatado el 14 de octubre de 1998 ante la Cámara Federal. La fiscalía también supo que Jorge Falcone hizo la denuncia en 1993 en el Ministerio del Interior, después de haber divisado a quien identificó como María del Carmen Morettini.
El dato tirado por la testigo Úngaro, quien actualmente se desempeña como directora de DDHH de la Municipalidad de La Plata, finalmente, tenía antecedentes previos. No estaba descolgado.
Para la fiscalía fue imperioso, entonces, contar con el testimonio de Falcone, quien -no cabía duda- se había confundido de persona, si a ello se lo contrasta con la prueba y las evidencias sobre el homicidio reunidas en el juicio a Von Wernich. El problema es que a la duda incluida en el expediente por la querella había que desactivarla. No se la podía dejar así, a la espera de que viniera la Cámara de Casación a anular el juicio por no haber agotado los recursos probatorios. Hablamos de un juicio penal, recordemos, no de un espectáculo para niños.
Pero el tribunal sorpresivamente negó esa prueba. Respasemos cronológicamente lo que ocurrió: El pedido de llamar a declarar a Falcone fue el lunes 1º de octubre a las 9.30 de la mañana, cuando el debate aún no estaba cerrado. Faltaba una semana para que eso ocurriera. La negativa del tribunal se dictó el viernes 5 y la fiscalía fue notificada ese día a las 13.45, fuera del horario judicial. Es decir, los jueces dejaron pasar toda la semana sin resolver y la fiscalía llegó al lunes 8, de los alegatos, sin ninguna chance para que prosperara su pedido.
A pesar de ello, ese mismo día la fiscalía apeló y le fue rechazado el pedido con una infame resolución que habla de extemporaneidad (¿?), falta de fundamentos (¿?), que el apellido Macarini no es el mismo que Morettini (es decir, el tribunal no interpreta los instrumentos con la buena fe con la que se debe hacer, porque los datos que llevan a concluir que la testigo habla de Morettini son concluyentes) y que los fiscales debían conocer el testimonio de Nelba Falcone. La señora declaró el 14 de octubre de 1998 en el Juicio por la Verdad en una audiencia (hacía tres semanas que había comenzado ese juicio) de la que no participaron ninguno de los dos fiscales y en un juicio que lleva más de 1000 declaraciones en casi diez años.
Además, aunque lo hubieran sabido los fiscales, el dato no estaba en el expediente hasta que lo incluyó la testigo ofrecida por la querella. Una vez que estuvo en el expediente los fiscales se hicieron cargo.
Y así fue que tuvieron que usar la duda en favor del acusado porque eselentísimo (en la mejor de las interpretaciones, lento) tribunal no citó al testigo, cuyo testimonio hubiera dado por tierra con la duda que, a la sazón, plantó la querella, cuyos abogados pusieron el grito en el cielo por el pedido de absolución de la fiscalía. Mejor dicho, como el tero, gritaron a la fiscalía para esconder en otro lado su gravísimo error. Y al grito lo pegaron con una réplica del alegato que les brindó en bandeja el tribunal imparcial, de acuerdo con algún artículo inventado del Código Procesal Penal.
No es cierto, como se ha dicho por allí, que los fiscales no sabían las consecuencias de su decisión. ¿Qué les costaba incluir un caso más a un tipo como Von Wernich? ¿Qué le hacía una mancha más al tigre y muchas menos para ellos? Lo que pasa es que hay que tener coraje y ser coherente, y sobre todo no ceder espacio cuando se trata de principios. Para los fiscales el tribunal negó una prueba fundamental, que convirtió el problema de acusar en un tema absolutamente técnico: el haber pedido una prueba considerada fundamental -porque contradecía al resto de las pruebas- para dirimir la comisión de un delito y no haber podido contar con ella. Y lo más indignante de todo esto es que el tribunal tuvo tiempo de citar a Falcone.
Creo que he sido claro. Y con la tranquilidad que me da la sensación de haber sido claro, ahora me voy a festejar toda la vida, porque lo que vengo buscando con tantos compañeros hace tantos años se cumplió: reclusión perpetua para el cura Von Wernich.

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