martes, 30 de octubre de 2007

Un corte y una quebrada a la impunidad

El tanguero Omar Alonso, acusado de apropiarse de una hija de desaparecidos, está preso desde hace unos quince días por orden del juez federal platense Arnaldo Corazza.
El impune personaje fue detenido a pedido del fiscal integrante de la Unidad especial que interviene en casos de terrorismo de Estado, Sergio Franco, en la causa por la apropiación de María Natalia Suárez Nelson.
Alonso, que ahora pasa sus días en la cárcel de Ezeiza, no la vio venir. Quizá se creía el más impune de los imputados, porque tenía a su favor una sentencia absolutoria de la Cámara Penal de La Plata. De hecho, le hizo juicio al Estado bonaerense para que lo indemnice en 2 millones de pesos por los 731 días que estuvo detenido en la década del '90.
La Cámara Penal platense dispuso hace años la absolución de Alonso por "falta de acreditación del cuerpo del delito", al no poder realizar el examen de ADN a Natalia y, por lo tanto, no comprobar fehacientemente que no era hija del imputado y de su esposa, María Luján Di Mattía. Los crímenes que entonces y ahora se le imputan al cantante son suposición de estado civil, sustracción de menor, falsificación de instrumento público destinado a acreditar la identidad de las personas y ocultamiento.
Para los estudiosos del derecho internacional de los derechos humanos este es un caso más que interesante, dado que el fiscal solicitó la detención (y el juez la dispuso) acudiendo a la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para dejar sin efecto el principio de cosa juzgada, nada más y nada menos, en un caso donde actuó un tribunal independiente y dictó -por mayoría, con una impecable disidencia de Benjamín Sal Llargués- una sentencia absolutoria.
En su dictamen Franco citó la sentencia del tribunal interamericano del 22 de noviembre de 2004 en el caso "Carpio Nicolle y otros" que, entre otras cosas, dice: "Esta Corte considera que si aparecen nuevos hechos o pruebas que puedan permitir la determinación de los responsables de violaciones a los derechos humanos, y más aún, de los responsables de crímenes de lesa humanidad, pueden ser reabiertas las investigaciones, incluso si existe un sentencia absolutoria en calidad de cosa juzgada, puesto que las exigencias de la justicia, los derechos de las víctimas y la letra y espíritu de la Convención Americana desplaza la protección del ne bis in idem [cosa juzgada]".
En el final de su dictamen el fiscal dejó a salvo su criterio sobre la cosa juzgada, que considera "un principio estructurante del Estado de Derecho que debe ser respetado bajo cualquier circunstancia, pero que la intangibilidad del instituto debe ceder en los supuestos puestos de manifiesto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Suprema de Justicia de la Nación que son, en sustancia, hipótesis excepcionales de manifiesta y grave injusticia, cuya individualización debe obedecer a un criterio de selección muy estricto y restrictivo".
La bellísima Natalia recuperó su identidad el año pasado cuando el resultado de ADN dio positivo respecto de los desaparecidos María Elena Corvalán y Mario Suárez Nelson.
Natalia se negó durante años a una extracción de sangre. La incomprensión de funcionarios judiciales provinciales frente a esa negativa le produjo grandes sufrimientos.
Cuando la causa pasó a la Justicia Federal, el paciente juez Corazza se tomó tiempo para estudiar el caso y obtuvo la muestra de ADN mediante un procedimiento innovador: ordenó un allanamiento de madrugada en el domicilio de la joven a cargo de mujeres de la Gendarmería Nacional, que secuestraron las sábanas de su cama, el cepillo de dientes y otros elementos íntimos de los que fue posteriormente posible extraer la muestra necesaria.
“Esta vía se constituye como una herramienta válida para aliviar a los jóvenes del peso de la decisión de someterse a la extracción de sangre e igualmente respetar el derecho de los familiares, las Abuelas y la sociedad a conocer su verdadera identidad”, señaló entonces la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo en un comunicado.

viernes, 19 de octubre de 2007

Unos entran y otros parten


El coronel Reinaldo Tabernero, quien se desempeñó en la subjefatura de la Policía bonaerense entre el 29 de noviembre de 1976 y el 14 de diciembre 1977, falleció esta semana a los 85 años.
El militar, que secundó a Ramón Camps en la peor época de la represión ilegal, estaba procesado con prisión domiciliaria en las causas en las que se investigan los centros clandestinos de detención de la comisaría 5ta de La Plata y Puesto Vasco.
Lamentamos esta pérdida en la búsqueda por la verdad y la justicia. Murió inocente, aunque condenado socialmente.

Violeta y Blanco














El ex policía de la Brigada de Investigaciones de Lanús, Miguel Ángel Ferreyro (foto), fue detenido ayer y hoy fue indagado, acusado de la violación y la privación ilegal de la libertad de Nilda Eloy y de otros secuestrados que compartieron el cautiverio junto a ella en aquel centro clandestino, que los mismos represores bautizaron como "El Infierno".
La detención fue ordenada por el juez federal cuyo apellido es un color, Humberto Manuel Blanco, y había sido solicitada por el fiscal de la Unidad especial que interviene en casos de terrorismo de Estado, Sergio Franco.
Seguramente Ferreyro esperó su detención durante los últimos seis años. El 28 de noviembre de 2001 salió del anonimato que le dio la impunidad, cuando prestaba declaración en el Juicio por la Verdad. La sobreviviente Nilda Eloy lo reconoció por la voz y por el anillo que usaba como uno de los represores de "El Infierno".
Eloy fue llorando a contárselo a los jueces. Ese día Ferreyro, que declaraba como testigo, se fue por la misma puerta por la que entró. Pero los jueces decidieron citarlo dos semanas después.
El 12 de diciembre Ferreyro compareció nuevamente y ese día no llevó su anillo. Fue el primer represor al que los jueces del Juicio por la Verdad le tomaron declaración indagatoria por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura, en este caso específico "delitos de índole sexual" contra Eloy. El fiscal Félix Crous pidió su detención y los jueces accedieron. Ferreyro fue esposado y quedó a disposición de Blanco, que al día siguiente lo soltó.
Seis años después, el pedido de otro fiscal hizo reflexionar a aquél juez, quien empujado por los vientos justicieros (que no había a fines de 2001) anuló las leyes de impunidad y libró la orden de detención.
(Foto de Francisco Martínez)

lunes, 15 de octubre de 2007

El costo de la coherencia

En su elegato en el juicio seguido a Christian Von Wernich, los fiscales Carlos Dulau Dumm y Félix Crous solicitaron la absolución del imputado por uno de los 72 cargos por los que había llegado a juicio, el homicidio triplemente calificado de María del Carmen Morettini. Pidieron como pena la reclusión perpetua. A raíz del pedido de absolución, los fiscales fueron acusados por la querella de Justicia Ya! y el abogado Alejo Ramos Padilla de portar "el discurso del Estado represor" y fueron comparados con el dictador Jorge Rafael Videla, entre otros agravios, porque -dijeron- los fiscales están negando la desaparición de una persona.
Lo que sigue es una explicación de las causas de ese pedido de absolución.
En la audiencia del 10 de septiembre de 2007, la testigo propuesta por la querella Justicia Ya!, Nora Úngaro, disparó llegando al final de su declaración, en la que se venía refiriendo a la fallecida Madre Nelba Méndez de Falcone: "También Nelva se cruzó [en cautiverio] a una chica estudiante de Medicina, de nombre María del Carmen Macarini, cree que es el apellido. Cuando la liberan a Nelva, le dan las llaves de su casa, un anillo. A María del Carmen, el hijo se la cruzó en el 92 ó 93 en un banco" (textual del acta de juicio).
Úngaro fue a decir al juicio un dato que no figuraba en el expediente: que el hijo de Nelba Falcone, Jorge, había visto en 1993 con vida a María del Carmen Morettini (no Macarini; eso fue una confusión), víctima de la dictadura e integrante del denominado Grupo de los Siete de la Brigada de La Plata, a los que Von Wernich asesinó junto a otros represores a fines de noviembre de 1977.
El fiscal Carlos Dulau Dumm, en cumplimiento de su función, comenzó a indagar sobre el tema. Y encontró que el dato de la vista con vida sí figuraba en otro expediente, del Juicio por la Verdad, dado que Nelba Falcone lo había relatado el 14 de octubre de 1998 ante la Cámara Federal. La fiscalía también supo que Jorge Falcone hizo la denuncia en 1993 en el Ministerio del Interior, después de haber divisado a quien identificó como María del Carmen Morettini.
El dato tirado por la testigo Úngaro, quien actualmente se desempeña como directora de DDHH de la Municipalidad de La Plata, finalmente, tenía antecedentes previos. No estaba descolgado.
Para la fiscalía fue imperioso, entonces, contar con el testimonio de Falcone, quien -no cabía duda- se había confundido de persona, si a ello se lo contrasta con la prueba y las evidencias sobre el homicidio reunidas en el juicio a Von Wernich. El problema es que a la duda incluida en el expediente por la querella había que desactivarla. No se la podía dejar así, a la espera de que viniera la Cámara de Casación a anular el juicio por no haber agotado los recursos probatorios. Hablamos de un juicio penal, recordemos, no de un espectáculo para niños.
Pero el tribunal sorpresivamente negó esa prueba. Respasemos cronológicamente lo que ocurrió: El pedido de llamar a declarar a Falcone fue el lunes 1º de octubre a las 9.30 de la mañana, cuando el debate aún no estaba cerrado. Faltaba una semana para que eso ocurriera. La negativa del tribunal se dictó el viernes 5 y la fiscalía fue notificada ese día a las 13.45, fuera del horario judicial. Es decir, los jueces dejaron pasar toda la semana sin resolver y la fiscalía llegó al lunes 8, de los alegatos, sin ninguna chance para que prosperara su pedido.
A pesar de ello, ese mismo día la fiscalía apeló y le fue rechazado el pedido con una infame resolución que habla de extemporaneidad (¿?), falta de fundamentos (¿?), que el apellido Macarini no es el mismo que Morettini (es decir, el tribunal no interpreta los instrumentos con la buena fe con la que se debe hacer, porque los datos que llevan a concluir que la testigo habla de Morettini son concluyentes) y que los fiscales debían conocer el testimonio de Nelba Falcone. La señora declaró el 14 de octubre de 1998 en el Juicio por la Verdad en una audiencia (hacía tres semanas que había comenzado ese juicio) de la que no participaron ninguno de los dos fiscales y en un juicio que lleva más de 1000 declaraciones en casi diez años.
Además, aunque lo hubieran sabido los fiscales, el dato no estaba en el expediente hasta que lo incluyó la testigo ofrecida por la querella. Una vez que estuvo en el expediente los fiscales se hicieron cargo.
Y así fue que tuvieron que usar la duda en favor del acusado porque eselentísimo (en la mejor de las interpretaciones, lento) tribunal no citó al testigo, cuyo testimonio hubiera dado por tierra con la duda que, a la sazón, plantó la querella, cuyos abogados pusieron el grito en el cielo por el pedido de absolución de la fiscalía. Mejor dicho, como el tero, gritaron a la fiscalía para esconder en otro lado su gravísimo error. Y al grito lo pegaron con una réplica del alegato que les brindó en bandeja el tribunal imparcial, de acuerdo con algún artículo inventado del Código Procesal Penal.
No es cierto, como se ha dicho por allí, que los fiscales no sabían las consecuencias de su decisión. ¿Qué les costaba incluir un caso más a un tipo como Von Wernich? ¿Qué le hacía una mancha más al tigre y muchas menos para ellos? Lo que pasa es que hay que tener coraje y ser coherente, y sobre todo no ceder espacio cuando se trata de principios. Para los fiscales el tribunal negó una prueba fundamental, que convirtió el problema de acusar en un tema absolutamente técnico: el haber pedido una prueba considerada fundamental -porque contradecía al resto de las pruebas- para dirimir la comisión de un delito y no haber podido contar con ella. Y lo más indignante de todo esto es que el tribunal tuvo tiempo de citar a Falcone.
Creo que he sido claro. Y con la tranquilidad que me da la sensación de haber sido claro, ahora me voy a festejar toda la vida, porque lo que vengo buscando con tantos compañeros hace tantos años se cumplió: reclusión perpetua para el cura Von Wernich.